lunes, 25 de marzo de 2013

Sidney Sime: La Obsesión del Misterio (en Blanco y Negro)


 
  En el post anterior hablé de Lord Dunsany. Inevitablemente, debo hablar también de quien fue el ilustrador de muchos de sus relatos, el inigualable Sidney Sime. Desde que desubrí su obra, ha estado presente en cada trazo que hice sobre el papel, cuando me iba a explorar la Tierra de los Sueños. escribí este artículo en octubre de 2007 para la excelente "Sacapuntas", la revista online  de ADA (Asociación de Dibujantes de la Argentina), que editaran Rodolfo Fucile y Lucas Nine.
 
 
   En 1911, Sime escribió a su amigo, el compositor Josef Holbrooke: “Un sujeto emprendedor me encargó un buen número de ilustraciones para una lujosa edición de  los cuentos de Edgar Allan Poe que piensa publicar. Le doy vueltas y vueltas al asunto, porque no sé si estaré a la altura del autor. Sabes, espero conocer a Poe en el infierno, y no quiero embarrar el encuentro.”
 
 
 
   En 1941, el año de la muerte de Sime, pocos recordaban su obra, tan admirada a principios de siglo. Sime era en cierta medida responsable de tal olvido: por más de veinte años había vivido recluido con su esposa ( Mary Pickett, artista también, una mujer de belleza prerrafaelista, melancólica y enfermiza) en una casa de campo en Worplesdon.  Contaban con una magra pensión para subsistir; las únicas actividades de Sime eran largas caminatas por la campiña, estudiar insectos bajo el microscopio, beber en la taberna local y apostar en las carreras de caballos. Rara vez dibujaba. Las modas y las nuevas corrientes estéticas sólo conseguían irritarle; sabía que su obra era para ellas una reliquia del pasado, rancia y decadente.

 



 
   Sidney había nacido en Manchester, al norte de Inglaterra, en 1865. Su familia era de clase media baja, motivo por el cual Sydney tuvo que trabajar desde muy joven en las minas. En los escasos ratos libres, solía esbozar con un trozo de carbón demonios y endriagos en las paredes de los túneles: el inframundo, que tanto le obsesionaría como artista profesional, ya se manifestaba lóbregamente en esos apuntes de aficionado. El típico tesón victoriano le permitió asistir a la Escuela de Arte de Liverpool. Al completar sus estudios, inevitable, inexorablemente, viajó a Londres. Podía haberse dedicado a la enseñanza o a la plástica, pero le interesaba la ilustración, y sólo en la metrópoli un ilustrador hacía carrera.

 


   Afortunadamente para él, era la época de oro de las revistas ilustradas. Desde 1880  éstas habían empezado a usar fotografías, pero gracias al desarrollo de nuevas técnicas de impresión, eran los artistas gráficos, como Aubrey Beardsley, Phil May, Charles Ricketts y Laurence Housman, los que dominaban el medio. “The Pall Mall Magazine”, “The Idler”, “The Illustrated London News”, “The Yellow Book”, son algunas de las emblemáticas publicaciones de fines del siglo XIX. . Nada nos cuesta  imaginar a Dorian Gray, el sofisticado “dandy” creado por Oscar Wilde, leyendo alguna a la luz vacilante de una lámpara de gas.

 


La referencia de Wilde no es casual: el joven Sime fue muy influenciado por Beardsley, quien había realizado las ilustraciones para la controvertida obra de teatro “Salomé”, del igualmente controvertido escritor irlandés ( la obra había sido prohibida en Inglaterra por su “carácter inmoral”). Como a Beardsley, a Sime le fascinaba la estilizada grafía de las estampas japonesas, tan en boga en la sofisticada Europa decimonónica, el contraste monocromático del blanco y negro, las temáticas mórbidas y exóticas del esteticismo simbolista. Pero nuestro autor no tardó en desarrollar un vocabulario gráfico propio; siguió fiel, eso sí, al blanco y negro, con algún grisado a base de aguada, grafito o acuarela de vez en cuando. A diferencia del lineal Beardsley, Sime disfrutaba trabajando las tonalidades y texturas de sus imágenes.

 
 
 
   Las imágenes... No obstante ser un buen caricaturista, eran sus viñetas de índole onírica o fantástica las que le granjearon la admiración del público y sus colegas. Sus intereses esotéricos (tan típicos entre los literatos, artistas e intelectuales de su generación, quizá como reacción al materialismo positivista de la época) se plasmaban en sus turbadoras ilustraciones, de las que no estaba ausente el humor. Es que el humor, a veces negro, o ácido, es elemento primordial de lo grotesco, y Sime fue maestro del grotesco. Sus viñetas eran ventanas a mundos inquietantes, alucinatorios, donde lo monstruoso, lo bello y lo absurdo se combinaban de manera inédita. Fueron precisamente estas cualidades las que llamaron la atención de Lord Dunsany, aristócrata por nacimiento, y escritor por vocación.

 

 
   Dueño de una prosa exquisita, y de una imaginación refinada, Dunsany era autor de relatos fantásticos, en los que refería extraños sucesos en tierras de ensueño, de tono vagamente oriental. Quería que sus libros estuvieran ilustrados, y enseguida pensó en dos artistas que admiraba: el primero era Gustave Doré, que ya había muerto, y el otro era Sime, que, a los cuarenta años, estaba activo y disponible. Dunsany ( que a la sazón tenía veintiséis años) y Sime se encontraron, y así nació una de las duplas creativas más fascinantes que se recuerden.
 
 

 
 Sus colaboraciones no seguían el modelo ortodoxo de las que se dan entre autor e ilustrador. Una vez Dunsany le pidió a Sime que realizara  imágenes para las que luego escribiría una historia, “y añadir algo más a su misterio”, según sus propias palabras. “Misterio” es una palabra clave para apreciar la obra de Sime: sabemos que se esforzaba por dotar a sus viñetas de una atmósfera inquietante y enigmática. Comparando a Sime con otros artistas de lo fantástico que fueron también sus contemporáneos, como Beardsley, Rackham, Dulac y Clarke, Ray Bradbury escribió: “...Hay una cualidad extra en Sime, de agoreros presagios, de sombría amenaza, un cónclave de noche y misterio que los otros no tienen, o simplemente no intentan alcanzar... Se podría suponer que el ostracismo al que el criterio del siglo XX condenó a Sime se debe a que su visión era demasiado oscura, demasiado misteriosa... Dulac y Rackham nos reconfortan, las pesadillas de Harry Clarke nos deleitan más que asustarnos. En Sime no hay solaz. Sus sueños son sueños de muerte...”
 
 
 
 
   Por otra parte, la comparación con Rackham y Dulac puede explicar por qué la estrella de Sime se fue apagando. Como apuntan Heneage y Ford, “...Sime era fundamentalmente un hombre del blanco y negro, que conoció el éxito en la última década del siglo XIX, la edad de oro para los artistas que empleaban esa técnica.  En la década siguiente, la mayoría de las revistas optaron por la fotografía, brindando espacio sólo a aquellos dibujantes humorísticos cuyas intenciones no dejaban lugar a dudas...” (Añado yo: el arte de Sime era incómodo, sus intenciones inescrutables, sus contenidos suscitaban interrogantes y no el alivio  de lo ya conocido y familiar. Continuemos ahora con Heneage y Ford.)  “... Los editores de libros se decidieron por el color: era la época de los “Gift Books” (lujosos libros de obsequio). Sime no podía competir con Arthur Rackham, Edmund Dulac, Kay Nielsen, Hary Clarke, E.J. Detmold, Willy Pogany o los hermanos Robinson.  Tenían la capacidad de cautivar nuestra mirada; el don de Sime era el de  deslizarse adentro de nuestro subconsciente.”
 
 
 
 
   Después de dos exposiciones, en 1924 y 1927,  Sime prácticamente desapareció del mundillo artístico de  Londres.  Cuando murió en 1941, Lord Dunsany, su colaborador, amigo y mecenas estaba de viaje, pero en marzo de 1942 escribió: “He expresado a menudo, en conversaciones y conferencias, en mi autobiografía,  mi admiración por su genio, y creo que el mundo ha perdido un personaje único...” Comentan Heneage y Ford: “...Dunsany podía celebrar la ´ estupenda imaginación ´ de Sime porque su castillo estaba decorado con los dibujos originales del artista. Pero la mayoría del público ( en la década del cuarenta) desconocía su existencia, debido a lo que Coke definió como ´ su escasa producción y su desprecio por la fama ´.” 
 
 
 
 
   Sime fue redescubierto en los ´70 cuando la fantasía se puso otra vez de moda – gracias a Frazetta, Tolkien y los libros de ilustraciones editados por Ballantine. Por supuesto, Rackham y Dulac siguen acaparando los primeros puestos en cuanto a renovada popularidad: Sime sigue siendo “demasiado raro”. Seguramente, su incierto puesto en el ranking de los artistas “top” debe causarle gracia, mientras toma una copa de ajenjo con Poe en el infierno.

 
 
 
El copyright de las imágenes pertenece a quien corresponda.
 

En el Reino de los Brujos / In the Kingdom of Sorcerers (16)

 
 
 

 
 
Si en  la saga de los Maralha sobrevuela la sombra luminosa de Clark Ashton Smith, en "Yanayag" se advierte la de Lord Dunsany, cuya obra admiraron Lovecraft y el mismo Smith. Llegué a él por un tema, "El Viaje de Lord Dunsany", en el primer disco solista de Claudio Gabis, a principios de los '70, y poco después, a través de la recordada antología "Los mitos de Cthulhu" compilada por Rafael Llopis, por el maravilloso cuento "Días de Ocio en el País de Yann". Pocos relatos me han impresionado de la manera que aquel lo hizo. Dunsany murió en 1957, el año en que nací. Me gusta pensar que antes de seguir su viaje hacia las Tierras del Sueño que tan sugestivamente habia evocado,  me dejó en algún lado un mapa para que yo también pudiera recorrer esos parajes mágicos, si me atrevía.
 
 
If the luminous shade of Clark Ashton Smith left his seal on the Maralha saga, in "Yanayag" it was Lord Dunsany´s that inscribed his sigil. His work inspired a young Lovecraft and Ashton Smith himself, and to this day I can recall the spell his "Idle Days on the Yann" cast on me. He died in 1957, the year I was born, and I like to think that before he went on his journey to the Lands of Dream he had so beautifully chronicled, he left somewhere inside of me a map of those enchanted places so that I could follow his lead, if I dared.























 


















 
 
 
Todas las imágenes son copyright de Enrique Alcatena

viernes, 15 de marzo de 2013

Sangre Negra / Black Blood (5)

 
 
 
 
 
 
 
 Hace unos días terminé de leer la obra completa de Clark Ashton Smith. En la adolescencia, ya había conseguido algunos "paperbacks" con recopilaciones de sus cuentos, y desde entonces su prosa preciosista y mágica, la atmósfera oscura y poética de sus relatos, nunca me han abandonado. Pero asomarme a la totalidad de su obra ha sido una experiencia profundamente turbadora y bella. Cuando concebí la gráfica del mundo siniestro (y quiero creer, también cautivante) de los Maralha, la sombra querida de Klarkash-Ton (como lo rebautizara juguetonamente su amigo Howard Phillips Lovecraft) miraba por sobre mi hombro. O, por lo menos, así lo quiero creer también.


Some days ago I finished reading the collected stories of Clark Ashton Smith.  I had already fallen under the spell of his fantasies when I was a teenager, and eagerly devoured the few paperback anthologies of his work I could get.  The sorcerous and exquisite prose, the dark and poetical atmosphere of his tales, have never left me. But getting to read at last this complete ouvre has been a profoundly disturbing and beautiful exprerience.  When I conceived the visuals of the sinister and, hopefully, captivating  world of the Maralha, the dear shade of Klarkash-Ton (as his friend Howard Phillips Lovecraft playfully dubbed him) was looking over my shoulder. Or so I would love to believe. 





























 
Todas las imágenes son copyright de Enrique Alcatena

sábado, 2 de marzo de 2013

¡Hexmoor en Jupiter! / Hexmoor in Jupiter!

 
 
 

Hexmoor en el planeta gigante; los rayos del Tonante caen caprichosos en las titánicas megalópolis, y los colosales Gog y Magog, como lo atestiguan las últimas imágenes, batallan entre las torres inmensas.


Hexmoor in the giant planet; Jove´s thunderbolts fall at random in the titanic megalopolis, and the colossal Gog and Magog battle among  the sky-reaching towers.




























 
 
Todas las imágenes son copyright de Enrique Alcatena